“Viajo mucho y por eso veo mucho. Nuestras ciudades se han convertido en máquinas que nos están matando. No falta ni dinero ni tecnología, pero falla la imaginación. Ese es el papel de los diseñadores: idear propuestas que mejoren la vida”
“Pagamos un precio desorbitado por un tipo de vida problemático. Vivimos en un sistema económico viejo, basado en el dinero y el tiempo. Necesitamos uno nuevo basado en los valores incuestionables del agua potable, el aire limpio y la energía no contaminante”
Explica que ha sido pobre durante años. “Pero creía firmemente en lo que hacía. Eso es otro tipo de riqueza."
¿Qué le hizo creer que un diseñador podría cambiar el planeta? “La ambición de las personas es lo que siempre ha cambiado el mundo. No tengo plan B. Para mí era esto o la locura. Mi trabajo es mi manera de que el mundo tenga sentido".